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Un velo entre mundos

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  I. La estirpe de la Luna Argenta Soy Lyrian, Señora de la Luna Argenta, una casa élfica menor conocida por su profunda conexión con la magia. Nuestro emblema, una luna creciente sobre un cielo azul profundo, representa nuestro anhelo por comprender los misterios del universo. Nuestro lema, "Tejedoras del Destino", refleja nuestro dominio de la magia de los tejidos, un arte antiguo y peligroso que nos permite modificar la realidad misma. II. El multiverso y el Telar de la Realidad El mundo de Elveon, nuestro hogar original, se marchitaba, víctima de una entropía irreversible. Desesperados, nuestros ancestros buscaron refugio en el multiverso, un conjunto infinito de mundos. Atravesando el velo dimensional, llegaron a este mundo, habitado por humanos y otras criaturas. Aquí, como en todos los mundos, la realidad es un lienzo tejido por el Telar de la Realidad. Este lienzo separa el mundo físico del mundo espiritual, un plano intangible donde habitan espíritus de diversa natur

El Halcón Dorado: Un linaje de astucia y ambición

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  I. El Señor de la Ciudadela En la cima de la Ciudadela de Obsidiana, el ancestral hogar de la Casa del Halcón Dorado, se encontraba Lord Aethelred, un elfo de mirada penetrante y porte regio. Su túnica púrpura, adornada con el emblema del halcón dorado sobre fondo negro, reflejaba la luz del sol naciente. El lema de la casa, "Audacia en la Sombra", resonaba en su mente como una guía constante. Aethelred era uno de los Siete Príncipes, los líderes de las casas élficas más poderosas del imperio. Su posición le otorgaba una gran influencia en la política imperial, un juego complejo tejido con hilos de ambición, astucia y tradición. II. El intrincado juego del poder El gobierno del imperio recaía sobre los hombros de los Siete Príncipes. Cualquier nuevo emperador debía ser propuesto por el actual y aprobado por la mayoría de los príncipes. El número de príncipes no era fijo; en el pasado, cuando el imperio era más extenso, había más. Las casas élficas, a su vez, se organizaban

El caballero de Skyrios

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I. La sombra del imperio El sol se elevaba sobre las murallas de piedra de la villa Skyrios, bañando los campos de trigo y olivos con una luz dorada. Desde su torreón, Ser Gregor observaba el paisaje con una mezcla de orgullo y preocupación. Era el líder del clan Skyrios, una familia de caballeros vasallos al servicio del imperio élfico. La vida en la villa era sencilla, marcada por el ritmo de las estaciones y la rutina militar. Los Skyrios eran hombres de honor, leales a su juramento de defender al imperio. Entrenaban duro, perfeccionando sus habilidades con la espada y la lanza, siempre listos para responder al llamado de sus señores élficos. Sin embargo, la sombra del imperio se cernía sobre la villa. Los elfos, con su magia y su cultura superior, eran venerados y a la vez temidos por los humanos. Su arrogancia y su crueldad a menudo herían el orgullo de los caballeros vasallos. II. Un juramento con sabor amargo Ser Gregor había heredado el título de caballero de su padre, junto co

La corona en la encrucijada

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  Anya se sentó en el trono de obsidiana, su mirada se posó sobre el mapa extendido ante ella. El imperio élfico, otrora extenso y poderoso, se había reducido a una mera sombra de su antiguo esplendor. Las fronteras se habían contraído, dejando solo un pequeño territorio bajo control élfico. Los reinos humanos se habían rebelado, reclamando su independencia, y ahora solo unas pocas provincias permanecían leales a Elveon. Un suspiro escapó de sus labios. La profecía resonaba en su mente: "El orgullo os cegará y la complacencia os conducirá a la ruina". Los elfos habían pagado un alto precio por su arrogancia. La joven emepratriz era consciente de la desconfianza que generaba entre las grandes casas élficas. Su posición como mujer al frente del imperio era un desafío constante a la tradición. Algunos murmuraban que era hora de que un hombre tomara el control, un emperador fuerte que pudiera restaurar la gloria perdida. Anya contempló la posibilidad de ceder el trono a su primo,

El ocaso de Elveon.

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El viento gélido azotaba las imponentes torres de obsidiana de Tarso, la actual capital del imperio élfico. En su interior, la emperatriz Anya observaba con desánimo el mapa extendido sobre la mesa de su despacho. El otrora vasto imperio se había reducido a una mera sombra de su antiguo esplendor. Las provincias rebeldes se extendían como un mar de fuego a su alrededor, devorando las tierras que durante mil años habían estado bajo el dominio de los elfos. Anya suspiró y se pasó una mano por su larga cabellera plateada. La profecía se estaba cumpliendo. Los Ancestros habían advertido de este momento, del día en que la arrogancia y la complacencia de los elfos les llevaría a su ruina. Pero nadie les había escuchado. En las calles de Tarso, la tensión se podía cortar con un cuchillo. Los elfos, antaño orgullosos y arrogantes, ahora se movían con miedo e incertidumbre. Los rumores de conspiraciones y traiciones llenaban el aire. La guerra había diezmado a la población y los recursos escase